El arbol de la vida, Marcela Cárdenas
LA HERMENÉUTICA
como crítica cultural:
Una excusa para preguntarnos sobre el sentido del hombre moderno1.
Raúl Pelayo
“Parece que somos víctimas del prejuicio según el cual
cuanto más racionalista sean nuestras aseveraciones más ciertas resultarán”
Archibald MacLeish
El hombre es un ente, un sujeto, una unidad de medida, un paradigma de todas las corrientes del pensamiento; lo que sea que es, mantiene una distinción abismal entre los organismos que habitan la tierra, no en un sentido jerárquico, sino en cuanto a capacidades. Decía Octavio Paz que el hombre era para Aristóteles un animal político (zoom politicón) que socializa en la polis; decía también que para los cristianos era el hijo de dios con características pecaminosas ;para otros era un ser pensante, un homo-sapiens, o bien un ser que construye, un hom- faber, pero reitera que olvidamos una definición fundamental: el hombre es un ser que sabe sonreír, algo que nos hace falta en el mundo moderno; tenemos los aullidos de las fieras y las carcajadas de las yenas, pero lo humano es sonreír…
Las razones de Octavio Paz para acercarse a una explicación del hombre es certera, en el sentido de que la característica esencial del hombre se encuentra en un “eslabón” intermedio entre las leyes biológicas receptoras que reciben los estímulos externos, y las efectoras que reaccionan ante los mismos en los organismos vivos. Este eslabón intermedio que parece ser la distinción ante los otros organismos biológicos, es un sistema complejo que permite crear un universo paralelo, una dimensión de la realidad distinta que habita en el universo del sentido y no del ser: un sistema de formas que permite la trasmisión del sentido de orden a través del lenguaje, elemento que posibilita la significación del mundo.
Una sonrisa por lo tanto es un hecho simbólico que le da significado no solo al bienestar del individuo, sino a un bienestar con el exterior, una armonía que si bien puede ser fingida, también da la posibilidad de ser real, o de significar un sinfín de hechos2.Así como la ejemplificación del guiño en la descripción densa de Clifford Geertz, la capacidad de decodificación del etnólogo, antropólogo o cualquier analista social que pretenda una hermenéutica, se tiene que ver reflejada en la interpretación que hace del hecho simbólico de la “sonrisa”, un ejercicio que a pesar de sus críticas, permite hacer un acercamiento, más no una ley del sentido mismo del hecho.
Así como la sonrisa puede ser una expresión de la cual se pueden desprender interpretaciones, también una comunidad de significados de los centros legítimos de la modernidad pueden interpretarse, de manera que la hermenéutica y la semiótica en las ciencias del espíritu (como diría Dilthey), no sólo sirven como mero método etnológico para explicar “algo” humano; no implica tan solo decodificar significados a través de la interpretación del símbolo, el ritual y el mito. La interpretación de significaciones también sirve como herramienta para la crítica de la cultura, una herramienta que puede llegar a la comprensión de la raíz de una problemática que a veces se torna política, social o existencial. La hermenéutica nos transporta a terrenos que se separan de una visión sociológica del mundo del hombre. Permite encontrar los mecanismos simbólicos por los cuales la organización social es eficaz y reproductora de sentidos; analiza los centros en donde se depositan los sistemas de creencias y de verdad, en donde se deposita la legitimación del poder; encuentra en la comunicación y el lenguaje el terreno de producción, transmisión y consumo de sentidos que le dan un orden a la vida del hombre. La hermenéutica por lo tanto puede platear interrogantes que van más allá de la interpretación de las significaciones y, dilucidar por ejemplo: en qué consiste y cuál es la productividad de la hermenéutica para el estudio de la cultura contemporánea, de qué forma se pueden abstraer las significaciones de los mitos en la posmodernidad, qué rituales legitiman la trasmisión de poder en la era moderna y de que forma ordena el mundo el hombre contemporáneo.
Esto permite el planteamiento de una hermenéutica crítica, una hermenéutica que no solamente comprende los procesos, sino que interroga y cuestiona los mismos; un elemento de la interpretación que desde el principio revolucionó las perspectivas etnológicas del estructural funcionalismo.
Por lo tanto la hermenéutica simbólica que parte del reconocimiento de que el ser humano no sólo vive el mundo como tal, sino que lo interpreta siempre(Solares B., 157:2010)3, es un elemento que se vuelve útil para explicar y comprender las diferentes crisis del conocimiento por las que pasa el hombre, hoy como sujeto moderno en busca de sentido.
Hermenéutica y crisis de la razón.
La hermenéutica no es una disciplina, como tampoco lo es la crítica, tampoco es un método, ni un programa de investigación científica, es más que nada, como lo consideran algunos autores, la crítica misma. “La hermenéutica es la negación de la epistemología; la negación del método entendido como un conjunto de reglas ideales y universales que nos lleven a un acuerdo o a descubrir algo. La hermenéutica es la negación de un método entendido como punto de vista de Arquímedes desde el cual dominar las cosas; como entidad exterior al mundo” (Ciurana, S/A: 1)4. Es, como se puede entender, una verdad que se libera de una representación exacta del mundo, de la generación de leyes que detenten una objetividad incuestionable. Precisamente es una visión de este tipo la que se opondría ante el programa de la modernidad que se instaura a través de una teoría general del hombre basada en observaciones empíricas y en principios lógicos generales. Cassirer consideraba que es en la época moderna cuando por primera vez el espíritu científico entra en filas, pero que a pesar este mejoramiento de los instrumentos técnicos para la observación, la experimentación y, el mejoramiento del análisis, no parece que hayamos encontrado el método para dominar y organizar este material, comparado con nuestra abundancia, el pasado puede parecer verdaderamente pobre, pero nuestra riqueza de hechos no es necesariamente una riqueza de pensamiento (Cassirer, 1997:44)5. La modernidad nos muestra un panorama heterogéneo de conocimiento en el que cada quien se dirige por su concepción y valoración de la vida humana, ignorándose entre si y problematizando a si mismo sin encontrar una definición clara del conocimiento humano: los racionalistas, empiristas, materialistas, economista, teologistas, cientificistas y más istas de la modernidad se encontraban (o más bien nos encontramos) en confusión ante la naturaleza y el fin del hombre.
En muy resumidas cuentas la racionalidad human desde la antigua Grecia se instaura con la idea platónica de la preminencia de la razón ante el ser .La razón y la capacidad de reflexión se torna como la diferencia entre el hombre y los organismos vivos. Es hasta Nietzche cuando surge una crítica a una postura que desmitificaba al hombre como ser racional y como fin en si mismo. Para Nietzche el hombre es entendido como un medio y no como un fin, en donde la razón no es al hombre, sino que el hombre es un medio que utiliza la razón para el ejercicio de la voluntad de poder, una voluntad de ser más. De esta forma hace una crítica hacia el antropocentrismo del hombre y las invenciones que parten del ingenio de los filósofos que sacralizan la razón, dice que crean un mundo que solo existe en la cabeza del filósofo mismo, entrando en una crisis la idea que limitaba las capacidades del hombre para fines ulteriores de las sociedades humanas. Es así que surge una necesidad de ampliar la noción del hombre ante la necia necesidad ególatra de un ser racional. Es de este pensamiento del siglo XX en donde se concibe al hombre como ser simbólico, el cuál se encuentra anclado a la necesidad de representación e interpretación de los sentidos. Las verdades objetivas de la ciencia que se comprenden a través de la razón –menciona Gilbert Durand- no sería el tremendo esfuerzo del “sujeto” por mantenerse a distancia de su “objeto”, es decir, la naturaleza; el resultado de una actividad centrada en colocar los sentimientos (…) las verdades objetivas no son sino el producto de la represión y de la ciega adaptación del yo a su medio objetivo, una actitud asentada en lavase dominante del desarrollo histórico occidental (Durand en Solares, 2010: 158).6
Solo a través de este re-descubrimiento del hombre a su sentido es por el cual se pueden comprender los fenómenos de las sociedades humanas, una forma de ver la cultura del hombre como parte de una dualidad entre lo consciente e inconsciente, lo falso y verdadero, lo racional e imaginario.
Hoy la hermenéutica en la antropología nos sirve también como un elemento que nos permite observar e interpretar tiempos de crisis en donde la crítica –menciona Horst Kurnitzky- abre posibilidades reales de nuevas perspectivas y caminos para liberarnos del desastre. En tiempos en los que el hombre se busca caminando a tientas en un oscuro camino de técnica, organización, raciocinio, burocracia y represión y violencia, la hermenéutica forma parte del vehículo que nos permite hacer posible la reconstrucción de la vida humana, sin “hacernos regresar a tiempos pasados, donde la vida bucólica vincula a los seres humanos a un supuesto paraíso; tampoco para llevarnos a tiempos pasados disfrazados de un simplificado mundo moderno que resuelve, automáticamente , todos los problemas sociales” (Kurnitzky, 2001:11)7 sino al re-conocimiento, elemento que haría bien a todo hombre. La profundidad de la hermenéutica se basa en un complejo estudio filosófico del cual la antropología debe de retomar para construir un concepto de cultura que permita interpretar los valores, los comportamientos, las costumbres, los pensamientos, las creencias de las sociedades que haga develar los sentidos del sujeto y no que impongan una conceptualización a medida del raciocinio egocéntrico del cientista social. Es importante utilizar a la hermenéutica si como acercamiento teórico, pero también como herramienta para lo que nos atañe como ciudadanos, familiares, feligreses, universitarios, trabajadores, campesinos etcétera. Considero que en la modernidad el hombre se encuentra privado del sentido al preocuparnos tanto por demostrar que nuestros razonamientos técnicos son correctos, sin tomar en cuenta y eliminando la profundidad del sentido, dejando nuestro espíritu a la intemperie, afectando así la relación con un mundo natural y social que esta hambriento de interpretación y significación.
1 El siguiente comentario a manera de ensayo es una conclusión que abre aún más interrogantes después de haber concluido la asignatura de antropología simbólica e interpretativa en la licenciatura en antropología social. La contraposición entre la razón y la imaginación será siempre un tema de discusión en las ciencias sociales, la hermenéutica simbólica desde una perspectiva antropológica nos brinda los elementos para analizar esta cuestión; acercarse a esta implica también reflexionar sobre el sentido del hombre social; una cuestión que al menos a mí me toca en algún sentido existencial el cual es difícil borrarlo de mi cabeza.
2 El símbolo es una imagen, aunque influida por los conceptos; no es un concepto en sí mismo. Y como imagen que es, es de naturaleza polar.
3 Solares B. (2010). ¿A qué alude la hermenéutica simbólica. En Daniel Gutiérrez Martínez (coord.), Religiosidades y creencias contemporáneas. México, El Colegio Mexiquense.
4 Ciurana E. Roger (s/a) Antropología hermenéutica. (Inédito)
6 Solares B. (2010). ¿A qué alude la hermenéutica simbólica. En Daniel Gutiérrez Martínez (coord.), Religiosidades y creencias contemporáneas. México, El Colegio Mexiquense.
7 Kurnitzky H. (2001)Retorno al destino. México. Universidad Autónoma Metropolitana.