Las relaciones de poder y la violencia:
argumentos para desmitificar la violencia innata del hombre
por Raúl A. González Pelayo
La existencia de argumentos de tipo biológico y etológico para naturalizar la violencia han manifestado muchas características que no precisamente son certeras en un sentido más amplio de la antropología. Las características de estas ciencias como su nivel de “cientificidad” y apego al “dato duro”; observable y verificable han sido sus mejores aliados, a diferencia de la subjetividad en la antropología y las ciencias sociales. Pero la cientificidad se limita a ser correcta en cuento a los pasos metodológicos, de carácter lógico y racional de los cuales parten las investigaciones, es así que se encuentra limitada a argumentar otras posibilidades, aún más si se encuentran en otros planos de análisis teórico.
Las teorías Darwinistas se han convertido en leyes irrefutables en las teorías del instinto agresivo del hombre, un principio que después se convertiría en palestra de las teorías como la de K. Lorenz, quien se baso en éstas para argumentar que la base de la violencia era de carácter natural y no de condiciones sociales.
En este ensayo no pretendo hacer un recuento de las teorías innatas de la violencia, más bien ordeno algunos argumentos basados en las teorías sociales que se interesan en percibir el fenómeno de violencia en el ser humano como un fenómeno de carácter múltiple, simbólico y cultural, del cual las relaciones de poder y fuerza son elementos que originan dichos fenómenos.
Las relaciones de poder en las instituciones sociales, a escalas micro y macro sociales, han aumentado la complejidad de los fenómenos de violencia, hasta llegar a una invisibilidad de los mismos. La fuerza del poder simbólico legitima y legaliza las prácticas de violencia ante los discursos de “verdad” en las sociedades. Según Max Weber, El Estado y sus instituciones son un ente social de poder que legaliza la violencia, y es considerado para algunos teóricos de la política, como el origen del mal en el hombre (Tomas Moro, Rosseau). Su característica panóptica de establecer lo correcto e incorrecto a través de la violencia ha abierto la incógnita de esta cuestión, sobretodo en sociedades contemporáneas. Cabe preguntarnos si ¿Es el estado el único creador de violencia?
Los estudios etnológicos nos hablan que en las sociedades pre-estatales existía una organización compleja para la violencia a través de las guerras entre bandas. Sus fines eran distintos a los hurtos militares de las sociedades con Estado, pero servían para equilibrar las disputas entre bandas rivales.
En la primera parte abordo algunos argumentos que debaten las teorías innatas de la violencia, para después argumentar la necesidad de incluir al análisis de la violencia del hombre las relaciones de poder, no precisamente las que ejerce el Estado sino las que ejercen todas las instituciones sociales.
El lenguaje emotivo y el meta-lenguaje: Principios de diferenciación de las especies.
Los científicos de las teorías innatas de la violencia comprendieron que la geología del lenguaje humano y el lenguaje animal poseen dos capas principales. Esta capa responde a la fundamental, al lenguaje emotivo; La gran parte de la expresión humana y animal abarca esta capa del lenguaje. He aquí el grado considerable de expresiones tanto del humano como del animal por medio de gesticulaciones: el terror, la desesperación, el disgusto, el deseo, las ganas de moverse, la satisfacción y la agresividad, etcétera. Es sin duda un análisis poco completo y de una presunción muy cientificista de poca profundidad si se considera que el hombre sólo tiene en su geología del lenguaje una capa tan común con el del animal. La “palabra”, por ejemplo, pertenece a las distintas formas del lenguaje en el hombre; no es una expresión involuntaria como el lenguaje emotivo, sino responde a una lógica y sintaxis definida, una estructura previamente construida. Esta barrera entre el lenguaje emotivo y el meta lenguaje es lo que ha hecho la división entre el hombre y el animal. Las dos especies poseen capacidad de expresión y lenguaje, pero la capacidad del hombre de desarrollar meta-lenguajes, es decir “lenguajes que no toman como referente los objetos, sino otros lenguajes, otros signos: lenguaje que hablan de otros lenguajes” (González, 2007:36), como aquel que crea herramientas para crear otras herramientas, son características trascendentes que operan la cultura del hombre.
La violencia en el hombre es parte del meta-lenguaje, ya que detrás de su actitud de agresividad y violencia se encuentran distintas direcciones que retoman caminos simbólicos de poder. Las perspectivas de la violencia innata en el hombre se olvidan de la direccionalidad de la violencia entre estas dos especies. El animal a través de su agresividad y violencia consigue adquirir sus medios nutricionales, su capacidad de supervivencia y reproducción. Si bien algunas especies, al igual que el hombre, combaten contra miembros de su mima especie, precisamente para adquirir propiedades nutricionales, o luchan por maximizar su éxito reproductivo al adquirir jerarquía en el grupo, siendo el protector de los invasores y adquiriendo roles que proporcionen beneficios para mantener una existencia pasiva. Esta lucha entre especies es un acto de fanfarronería, más no desemboca en la muerte, situación distinta en la violencia entre especie humana.
La dirección de la violencia del hombre no tiene que ver precisamente con un sentido de adquisición de circunstancias reproductoras y obtención de propiedades nutricionales, más que en algunos casos de canibalismo, que no precisamente comprende a una agresión, ya que podría ser un privilegio.
La dirección de la violencia del hombre se ha complejizado hasta llegar al límite conceptual. De esta manera no puede ser definida de forma unilineal, así el clásico concepto de uso de fuerza física por parte de dos individuos queda muy corto para los límites, modalidades, contextos, consecuencias, orígenes, medios, fines y funcionalidad de los fenómenos de la violencia en las sociedades humanas.
El grado de estructuración y sistematización de la violencia a través de la tecnociencia, los fines de la guerras internacionales, la instrumentalización de la muerte, la teorización de la violencia para justificarla, el uso del discurso para legitimar la violencia, las ideologías basadas en el odio, la asimilación y normalización de la violencia y la invisibilidad de la violencia estructural en engranajes de modelos económicos internacionales, son algunas de las relaciones complejas del fenómeno de violencia social en la contemporaneidad.
La concepción de una violencia innata en el hombre y la interminable búsqueda genética de la agresividad instintiva en las sociedades, parece irrelevante en el contexto contemporáneo, ante estructuras de poder que utilizan las propiedades discursivas de estas teorías positivistas para justificar su legitimidad en el poder y el uso de prácticas violentas. Recordemos a Malthus, cuya forma de pensar ignoraba que las desigualdades y la “minoría social” no es un proceso de clase moral, una problemática del individuo, sino de una organización sistemática violenta que orilla a las sociedades a un estado de constante hacinamiento para sostener un aparto del que solo algunos pocos saldrán beneficiados. Este aparato funcional se forma a través de estrategias y tácticas que dominan el discurso de la “verdad” de las cosas ¿Son entonces las relaciones de poder en el hombre las originarias de la violencia? ¿Es a cazo esta relación de fuerzas, de enfrentamiento, la originaria de la violencia en el hombre? Bourdieu menciona que “todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que logra imponer significados e imponerlas como legítimas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza” (Bourdieu, 1996:44). Por lo tanto existe un ocultamiento de la violencia por la cultura, sobre las significaciones y su forma de su ejercicio, estas formas no necesitan el contacto directo de individuo a individuo, de escenas sangrientas y viscerales, es una constante guerra simbólica de fuerzas.
¿Es el Estado y sus instituciones una organización social de fuerza coercitiva la que origina esta violencia simbólica? si consideramos al Estado como una «asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado con éxito de monopolizar dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación, o como única fuente del derecho a la violencia” (Weber, S/A: 2).
El Estado y el origen de la violencia.
No cabe duda que la violencia es una práctica que ha acompañado al hombre desde el principio de su existencia, se ha caracterizado por ser atemporal, ya que no existe precisamente características que nos hablen de un comienzo y un desarrollo lineal. A pesar de que algunos pensadores han atribuido el origen de la violencia al Estado y a la propiedad privada, siendo entendidos como un sistema de organización social basado en la represión para mantener una desigualdad social y conducir al predominio del más fuerte, no comparto del todo una idea en la que se perciba al Estado como un ente generador de todos los males de la humanidad, ni que sea la violencia el único mecanismo de poder para adquirir su legalidad y legitimidad en los grupos sociales. Michel Foucault en una entrevista realizada en 1976, consideraba que al atribuir los efectos del poder por la represión, se da una concepción puramente jurídica que identifica al poder a una ley que solo dice “no”, siendo ésta una concepción negativa y poco profunda que ha sido compartida. “Si el poder no fuera más que represivo, si no hiciera nunca otra cosa que decir no, ¿pensáis realmente que se le obedecería? Lo que hace que el poder agarre, que se le acepte, es simplemente que no pesa solamente como una fuerza que dice no, sino que de hecho va más allá, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; es preciso considerarlo como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social más que como una instancia negativa que tiene como función reprimir (Foucault, 1992:192). El Estado en las sociedades contemporáneas, más que ser un aparato represivo, funciona como productor de los instrumentos de representación de la realidad social, imponiendo a las prácticas categorías de percepción y de pensamiento comunes (Palermo, 2007: 7). Si bien el Estado legaliza la perdida de la dignidad humana al utilizar la violencia para establecer lo correcto y lo incorrecto, no es el Estado en si quien origina estas dicotomías de los que se pude o no hacer. En todas las sociedades, pre- estatales y estatales existen disposición de resolución ordenada o caótica de conflictos, solo que éstas se diferencian en cuento a los métodos y mecanismos para llegar a dicha resolución. En algunas el uso de aparatos estructurales legales que usan agresividad y violencia son más evidentes que en otras, haciendo de la violencia un medio por el cuál se puede expresar la fuerza del poder y el orden, creando instituciones como fuerzas policiales, soldados, marines, agencias de inteligencia e investigación y policía federal ; podría ser que en otras sociedades, los conflictos se resuelvan a través del diálogo o el duelo de canciones (como los esquimales centrales y orientales) en donde lo que importa no es tanto quién tiene moralmente la razón o está equivocado, o quién miente o dice la verdad. Lo importante es movilizar la opinión pública hacia uno u otro bando con la fuerza suficiente para impedir el estallido de venganzas de sangre a gran escala (Harris, 1998:82). En las sociedades pre-estatales disminuían algunos de los conflictos que se podrían suscitar en las sociedades con Estado y propiedad privada. Los hurtos eran prácticamente innecesarios, ya que el libre acceso a los recursos naturales y la acumulación de posesiones limitadas por la movilidad de las bandas eran una de las principales razones, pero esta disminución de posibilidades y condiciones, no quiere decir que no existían manifestaciones de violencia, de hecho ha existido una gran incógnita al preguntarse cuál era la razón de la guerras en las bandas cazadoras recolectoras, ya que no existían motivos territoriales ni materiales para dichas agresiones. Evidentemente los seguidores de las teorías innatas de la violencia tenían puntos a su favor, al argumentar que la guerra era parte de la tendencia innata del ser humano de ser agresivo, cuestión que me parece poco fundamentada si no se logran observar las características de las guerras como un fenómeno social basado en actividades organizadas, como bien lo pude ser el comercio o la división del trabajo. Estas actividades que han tenido un desarrollo a través de la historia del hombre. Harris (1992) menciona que sería totalmente contradictorio si existiese un instinto de comercio o de organización del trabajo, por lo tanto no existe un instinto para la guerra, del cuál muchas organizaciones militares y nacionalistas podrían estar orgullosas. Nuestra naturaleza biológica y trasfondo evolutivo puede ayudarnos a entender ciertos aspectos de la guerra. Como especie, incuestionablemente somos capaces de una agresión a escalas incomparables. Pero la capacidad para la violencia colectiva no explica la existencia de la guerra. Incluso aunque la agresión sea un rasgo universal, la guerra no lo es (Ferguson en Harris, 1992: 87).
En el Estado (sociedades no igualitarias) las relaciones sociales están dadas por el poder, de la relación de fuerzas de uno sobre otro. Esta relación te sujeta a un sistema en donde la mayor fuerza que existe es la violencia simbólica, capas de establecer significados y verdades, de esta forma se legitima el ejercicio de poder y se hace invisible. El fin se encuentra en “hacer creer” que existe legitimidad de su poder y que existe una autoridad, y por lo tanto su legitimidad del uso de fuerza.
La institucionalización del uso de la violencia por Estado, realiza una economía del ejercicio del poder, a esto me refiero que surgen normas, reglas y disposiciones de su uso, dosificando las relaciones de poder hasta que llegue a toda la sociedad.
Pero esto no es exclusivo de las sociedades con Estado, todas las sociedades se constituyen por relaciones de poder. La sociedad pre-estatal es también un entramado de fuerzas donde la violencia simbólica es ejercida. Pero a diferencia de donde existe un Estado, las tácticas y mecanismos que permiten la economía del poder son distintas, siguiendo la misma función.
A manera de Conclusión
Hoy nos encontramos con fenómenos de violencia que prácticamente rebasan los estudios cientificistas de los biólogos y los etólogos de la violencia. Pareciera que no lleva a ningún lado el establecer si existe o no una naturalidad de la violencia en el hombre. Basta decir que neurológicamente hablando, el cerbero tiene la capacidad de reaccionar ante actos de agresividad y violencia. Me parece de mayor importancia el análisis de la legitimación de la violencia, una re-significación de las prácticas de la agresividad ahora impregnadas en los discursos que establecen la verdad en las sociedades. Las relaciones de poder, las relaciones de fuerzas, se establecen cuando se imponen significados como legítimos a través de una violencia simbólica.
Entonces la violencia en vez de ser una táctica para establecer las verdades, es una verdad que no puede ser cuestionada.
La violencia se funda a través de las relaciones de poder, de querer establecer significados y establecer verdades, siendo la violencia el único medio por el cual se puede hacer. Es una violencia simbólica que usa al discurso como táctica para obtener sus fines: llegar a establecer una verdad.
Considero que el Estado no originó la violencia y los males de la humanidad, más bien hizo de la violencia una institución, la organizó y jerarquizó: la economizó. Ordeno cuando se pude usar y de que manera, privilegió a algunos sectores para su uso indiscriminado y se legitimó como aquel que puede hacer uso de la misma. La cuestión es que sus prácticas de violencia han llegado a legitimarse, hoy las múltiples modalidades de violencia son tan sutiles, que no precisamente se encuentran manifestadas en la guerra y los enfrentamientos armados. Las relaciones de poder se encuentran en todas las sociedades, pero utilizan diferentes mecanismos de violencia simbólica, unas dañan más que otras, y legitiman y crean verdades más o menos crueles en el sentido que contribuyen a la pérdida de la dignidad humana.
Bibliografía:
Bourdieu, Pierre y Passeron, Jean-Claude (1996) La reproducción, elementos para una teoría del sistema de enseñanza. México, Distribuciones Fontamara.
Foucault, Michel (1992) Microfísica del Poder. España, Las Ediciones de la Piqueta.
González, A. Jorge y otros (2007) cibercultur@ e investigación en la investigación. México, CONACULTA.
Harris, Marvin (1998) Antropología Cultural. España, Alianza Editorial.
Palermo, M. Hernán y García M. Analía (2007) El rol del estado en la construcción de sentidos, el caso YPF. Revista Theomai en http://revista theomai.unq.edu.ar/NUMERO16/Palermo.pdf.
Weber, Max (Sin año) El científico y el político. Argentina, Documento preparado por el Programa de Redes Informáticas y Productivas de la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM). http:\\www.bibliotecabasica.com.ar
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